CARUMBÉ 2023 /"SOLO CON EL CORAZÓN SE VÉ BIEN, LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS"
- JAIER RAMIREZ
- 27 ago 2022
- 4 Min. de lectura

El circulo Carumbe presentó el 21 de agosto, su enredo para los próximos carnavales 2023 en Paso de los Libres.
"Solo con el corazón se ve bien, lo escencial es invisible a los ojos".- dice el titulo del tema de la autoría de Gabriel Gonzalo y Rocío Navarro.
"Antes de comenzar esta historia, pido disculpas a las personas adultas porque sabemos que a veces les cuesta entender algo que no sean las noticias sobre el gobierno, el dólar, quién ganó el superclásico o las desdichas de algún famoso.
Esta es una historia muy seria, escrita con lápices de colores. Es una historia con tesoros frágiles como una rosa y secretos sobre cómo samba una tortuga. Pero se las voy a contar, sobre todo, porque es sobre un amigo. Y si no lo recuerdo podría convertirme en una de esas personas grandes a las que solo les interesan las cifras.
Mi nombre es Antoine y soy aviador. Todo comenzó hace seis años cuando viajaba solo por el desierto y algo se rompió en el motor de mi avión. La primera noche dormí sobre la arena y al comenzar el día me despertó una vocecita pidiéndome que le dibujara un cordero. Me paré de un salto, me froté bien los ojos y vi al Principito.
Me llevó mucho tiempo entender de dónde venía. Y tengo serias razones para creer que El Principito era del Asteroide B 612, que fue avistado una sola vez, en 1948 –el mismo año en que un grupo de amigos le daba vida a Carumbé-.
¡Su planeta era apenas más grande que una casa! Y allí las semillas de baobabs eran un verdadero problema. Porque los baobabs son árboles grandes como iglesias. Y si uno crecía demasiado podía hacer estallar a su planeta. Pero como todos los males, antes de crecer, los baobabs empiezan por ser chiquitos.
El tercer día que compartimos en el desierto, mientras yo intentaba arreglar mi avión, El Principito me preguntó: “Un cordero, si come baobabs, ¿también come flores?” Así fue como me enteré de la existencia de la flor. En su planeta siempre había habido flores de una sola fila de pétalos. Pero aquella flor era distinta. Había surgido de una semilla llegada quién sabe de dónde y El Principito la había cuidado con dedicación.
Resultó ser bellísima, pero sumamente vanidosa. Atormentó tanto al Principito que él se decidió a emprender un viaje –no sin antes deshollinar cuidadosamente los tres volcanes de su planeta, arrancar los últimos brotes de baobabs y regarla-.
Aprovechó una migración de pájaros salvajes para comenzar a recorrer distintos asteroides. El primero que visitó estaba habitado por una cofradía de reyes muy preocupados por ejercer su autoridad. El segundo, por un gremio de vanidosos a quienes sólo les importaban los aplausos. Llegó luego a uno en el que vivía una murga de bebedores que lo llenó de melancolía. Y después, a uno que pertenecía a una corporación de hombres de negocios, demasiados ocupados en tener posesiones, pero sin tiempo para disfrutarlas. El quinto planeta al que fue era tan pequeño que apenas cabían en él los 15 faroles y los 15 señores que los encienden y apagan sin cesar. El sexto, en cambio, era mucho más vasto y estaba habitado por una comunidad de geógrafos que nunca lo había recorrido. De cada uno de ellos, El Principito se fue pensando que las personas grandes son decididamente raras.
Así llegó al séptimo planeta: la Tierra. El Principito caminó mucho, trepó una alta montaña y finalmente encontró una ruta que lo condujo hasta un jardín de rosas, donde descubrió con tristeza que aquella flor suya que él creía única no era más que “una rosa vulgar”. Sin embargo, justo después se encontró con un zorro que le ofreció su amistad y le dijo: “Es muy simple: Solo con el corazón se ve bien. Lo esencial es invisible a los ojos. El tiempo que perdiste por tu rosa es lo que hace que tu rosa sea tan importante”.
Estábamos en el octavo día de mi desperfecto en el desierto y había escuchado la historia del zorro bebiendo la última gota de mi provisión de agua. Volví entonces a intentar arreglar mi avión. Y, contra toda esperanza, tuve éxito.
Fui a contárselo al Principito y lo escuché hablando con una de esas serpientes que pueden ejecutar a una persona en treinta segundos. Hubo un relámpago amarillo cerca de su tobillo y llegué justo a tiempo para recibir en mis brazos a mi buen amigo, pálido como la nieve. Me dijo: “Yo también hoy vuelvo a mi casa. Y voy a hacerte un regalo. A la noche mirarás las estrellas. La mía es demasiado pequeña para que pueda mostrártela. Entonces te gustará mirar todas las estrellas… Todas serán amigas tuyas. Y como como yo estaré viviendo en una de ellas, como yo me reiré en una de ellas, entonces será para ti como si todas las estrellas se rieran. ¡Tendrás estrellas que saben reír!”
Hoy Carumbé samba al ritmo de esas risas, celebra los regalos que solo la amistad puede engendrar. 75 años atrás, aquel grupo de libreños nos legó este mágico tesoro. Tortuguita que nos reúne contra toda tempestad y nos trae siempre de regreso al carnaval, a experimentar como niños y saciar nuestra sed en el encuentro con los demás.
Carumbé querida, seguiremos cantando a tu luz y tu calor. Que sean otros 75 años caminando juntos, con el paso lento del Carumbé y siempre, pero siempre, buscando con el corazón."
Gabriel Gonzalo y Rocío Navarro
Basado en el libro "El Principito", del escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry

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